José Ignacio Zambrano, Musa astral, 2012, óleo sobre tela, 80 x 120 cm |
José Ignacio Zambrano
Zambrano se ha mantenido fiel a
una línea temática y plástica centrada en la figuración de la ‘amada’ ( o
‘amante’) celeste. Sus mujeres son figuras marcadamente estilizadas al punto de
ostentar una anatomía imposible. Sus cuerpos finos, alargados, ondulados
flotan, desnudos, en el aire. En la presente entrega, el pintor la ha
representado con rostro dulce, con flores en su cabello, senos turgentes y
tocando un violín sobre los cielos de una ciudad. Su figura morena, con tonos
verde-dorados, podría relacionarse, por vía de la titulación, con el carácter
inspirador de las Musas griegas antiguas, en especial con Euterpe, la de la
música, a pesar de que ésta ejecutaba la doble flauta y no el violín. Sin
embargo, el perfil astral señalado por la titulación y las relaciones
intertextuales entre la obra de Zambrano y ciertos cuadros de Marc Chagall,
conducen a nuevas consideraciones. En este orden de ideas, nos inclinamos a
considerar a sus musas morenas como simbolizaciones de la feminidad divinizada,
etéreas y sensuales, puras a pesar de su desnudez. La disposición de la figura
en diagonal, junto a sus curvas, le brinda dinamismo a la imagen. La ciudad es
apenas un fondo abstracto de pinceladas breves texturales en las que resaltan
los azules-violetas con su atmósfera de lejanía. Si bien la labor de
insaturación de los pigmentos busca restar corporalidad y aumentar la
sensación de ligereza, idealidad y ensoñación, termina siendo una estrategia
contraproducente que homogeneiza la experiencia visual y debilita la expresión. La poca
diferenciación de la figura y del fondo aumenta esta sensación. Empero, la
pieza logra recrear un estado onírico sugestivo.
Escrito por: Alejandro Useche
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