28 de enero de 2013

Miguel Ángel Castro, Mirando dentro de la herida, 2011, 7.º edición

Miguel Ángel Castro, Mirando dentro de la herida, 2011, óleo sobre tela, 100 x 80 cm




Miguel Ángel Castro

       En el presente envío de Castro predomina la estrategia de la acumulación visual, en este caso, de cráneos humanos, los cuales forman una montaña-cementerio, un verdadero paisaje de la muerte bajo la luz de un atardecer que tiñe de naranja rojizo toda la escena. En el centro de la composición, una calavera gigante resguarda a un muchacho vestido de azul, como quien se repliega en un rincón o como un ser que está latente en un ‘huevo cósmico’. En realidad, la imagen recuerda a ciertos grabados alquímicos antiguos en los que se representaba a la nigredo o a la noche saturnal como estado del alma. En aquellas imágenes una figura humana habitaba el interior de un esqueleto en actitud introspectiva o devocional. En este sentido, por homología, la presente obra parece mostrarnos ese proceso de introversión y depresión, de desilusión del mundo, de rechazo, de comprensión del Mal, de putrefacción psíquica, en la que el alma se sumerge en la oscuridad como fase previa a la progresiva elaboración de la luz, de la piedra filosofal. La figura, en el plano izquierdo, de una mujer embarazada de perfil, parece sugerir, efectivamente, que se está en un momento de gestación —el muchacho está en el cráneo como el feto está en el vientre materno—. Por otro lado, los dos torsos escultóricos del plano superior, por su carácter inacabado, refuerzan estas ideas de incompletud. Por último, recordemos que los huesos, por sus cualidades simbólicas, son las sedes del alma, la cual, en la pintura en cuestión, se nos muestra desnuda, como un osario.



Escrito por: Alejandro Useche

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