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Miguel Ángel Castro, Mirando dentro de la herida, 2011, óleo sobre tela, 100 x 80 cm |
Miguel Ángel Castro
En el presente envío de Castro
predomina la estrategia de la acumulación visual, en este caso, de cráneos
humanos, los cuales forman una montaña-cementerio, un verdadero paisaje de la
muerte bajo la luz de un atardecer que tiñe de naranja rojizo toda la escena.
En el centro de la composición, una calavera gigante resguarda a un muchacho
vestido de azul, como quien se repliega en un rincón o como un ser que está
latente en un ‘huevo cósmico’. En realidad, la imagen recuerda a ciertos
grabados alquímicos antiguos en los que se representaba a la nigredo o a la noche saturnal como
estado del alma. En aquellas imágenes una figura humana habitaba el interior de
un esqueleto en actitud introspectiva o devocional. En este sentido, por
homología, la presente obra parece mostrarnos ese proceso de introversión y
depresión, de desilusión del mundo, de rechazo, de comprensión del Mal, de
putrefacción psíquica, en la que el alma se sumerge en la oscuridad como fase
previa a la progresiva elaboración de la luz, de la piedra filosofal. La
figura, en el plano izquierdo, de una mujer embarazada de perfil, parece
sugerir, efectivamente, que se está en un momento de gestación —el muchacho
está en el cráneo como el feto está en el vientre materno—. Por otro lado, los
dos torsos escultóricos del plano superior, por su carácter inacabado, refuerzan
estas ideas de incompletud. Por último, recordemos que los huesos, por sus
cualidades simbólicas, son las sedes del alma, la cual, en la pintura en
cuestión, se nos muestra desnuda, como un osario.
Escrito por: Alejandro Useche
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